Poco a poco se forzó a sí misma para reincorporarse a la rutina. Y lo consiguió. Pasaban los días y todo se centraba en una serie de actividades perfectamente encuadradas, que no dejaban hueco ni siquiera a pensar. Es por eso que se sentía bien, es por eso que el día se hacía más corto. Y no tenía ninguna queja, las cosas se estaban normalizando.
Pero siempre hay un momento en el que eso desaparece; ese momento en el que estás sólo tú, contigo mismo, y analizas el día. Ese tiempo en el que haces repaso y recuerdas los encuentros y no encuentros, en el que piensas cuan largas han sido las horas. Ese momento en el que eres absolutamente consciente de que te falta algo.
Y doy fe de que momentos como éste suceden a diario.
- Y, esa larga historia que te trajo por aquí, ¿cómo empieza?
- Fue por casualidad, tal vez; el caso es que de todas las ventanas de Buenos Aires, justo fue a pasar frente a la mía...
De la película "El hombre que corría tras el viento"
28 mayo 2009
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