Aquel día tenía un problema: se había vuelto a perder a sí misma. Sabía que no era lo correcto, sabía lo que había que hacer, pero algo la inmobilizaba. No quiso ni siquiera luchar. Ya no quería, no le apetecía ni lo más mínimo. Así que simplemente dejó pasar los minutos sentada en el sofá. Qué más podía hacer cuando entrar a su cuarto recién pintado le provocaba un miedo así como el de quien se encuentra sobre la arista de ángulo recto que anticipa el precipicio.
"Si se callase el ruido..."
Ismael Serrano
20 enero 2010
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